Mi padre –de noventa años de edad- cada día tiene
más dificultades físicas para desplazarse, para caminar. Lo más difícil para él
pareciera ser convencerse que puede hacerlo, que es capaz de pararse sobre sus
piernas y asistido por un andador (coloquialmente conocido en Chile como
“burrito”) poder desplazarse, da la impresión que entre más deja de hacerlo más “olvida” aquella práctica.
Hace unos días en un taller para emprendedoras, les hacia recordar los días en que “asesoraron” a sus hijos a comenzar a caminar: les pedí que describieran (recordaran) empáticamente como el niño o niña comenzó a pararse sobre sus piernas para luego lograr desplazarse con su propia capacidad motora, fue un ejercicio improvisado pero que sirvió mucho para los objetivos del taller.
Ambos relatos expuestos tienen como objeto centrarme en el punto en que es la experiencia (acompañada de la confianza en sí mismo) lo que permite el logro, tanto del aprendizaje como la retención de ese aprendizaje. Si bien es cierto que en el caso del adulto mayor son dificultades motoras físicas lo que impide hacerlo, también es cierto que se da una merma importante en la confianza en poder hacerlo, la autoconfianza decae de manera inversa a lo que le pasa al niño que crece.
La idea del ejercicio del taller de emprendedoras fue visualizar en la práctica el concepto de que aprendemos realizando la actividad, que finalmente no sirve quedarse en la capacitación o planificación de la actividad, si no que debemos hacerlo para aprender. Este planteamiento no tiene nada de nuevo, pues ha sido planteado desde hace mucho tiempo especialmente en el ámbito de la educación y por los expertos en gestión del conocimiento bajo el concepto de que “se aprende en gerundio”.
Hace unos días en un taller para emprendedoras, les hacia recordar los días en que “asesoraron” a sus hijos a comenzar a caminar: les pedí que describieran (recordaran) empáticamente como el niño o niña comenzó a pararse sobre sus piernas para luego lograr desplazarse con su propia capacidad motora, fue un ejercicio improvisado pero que sirvió mucho para los objetivos del taller.
Ambos relatos expuestos tienen como objeto centrarme en el punto en que es la experiencia (acompañada de la confianza en sí mismo) lo que permite el logro, tanto del aprendizaje como la retención de ese aprendizaje. Si bien es cierto que en el caso del adulto mayor son dificultades motoras físicas lo que impide hacerlo, también es cierto que se da una merma importante en la confianza en poder hacerlo, la autoconfianza decae de manera inversa a lo que le pasa al niño que crece.
La idea del ejercicio del taller de emprendedoras fue visualizar en la práctica el concepto de que aprendemos realizando la actividad, que finalmente no sirve quedarse en la capacitación o planificación de la actividad, si no que debemos hacerlo para aprender. Este planteamiento no tiene nada de nuevo, pues ha sido planteado desde hace mucho tiempo especialmente en el ámbito de la educación y por los expertos en gestión del conocimiento bajo el concepto de que “se aprende en gerundio”.
El gerundio -en el contexto de la gramática - corresponde a una conjugación del verbo que demuestra una acción, pero no está definida ni por el tiempo, el modo, el número ni la persona. Básicamente es “hacer”.
En el día a día nos encontramos con que los relatores de charlas o capacitaciones sobre emprendimiento nos basamos en el conocimiento de herramientas y teoría académica con base en experiencias de terceros, pero francamente carecemos del suficiente conocimiento aprendido en la práctica. Probablemente nos encontraremos que el emprendedor exitoso hoy pasó por experiencias de aprendizaje basadas en el error o el fracaso ayer, sabe de “la calle”, del ejercicio de buscar clientes y de escuchar a clientes. Probablemente ha desarrollado la capacidad de empatizar con sus clientes como herramienta de adaptación e inteligencia de mercado. Ponerse en los zapatos del otro no basta, la idea es llegar a ver a través de sus ojos, de percibir el entorno desde sus pupilas.
Los párrafos de hoy no tenían ninguna pretensión, sólo recordar que aprendemos a emprender emprendiendo y que la mejor forma de descubrir necesidades es empatizando con nuestros actuales (o potenciales) clientes. En fin, dejo sólo unas líneas de acercamiento al emprendizaje.
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