Imaginemos vivir sin darnos cuenta en
una burbuja, en un espacio mágico y placentero donde todo está bien. Nada nos
estimula a cambiar, no pensamos en ningún momento arriesgar nuestras
certidumbres, todo lo que conocemos es seguro, nada altera nuestro dormir
durante las ocho horas recomendadas. Puede ser que de vez en cuanto nos
merecemos vivir en un mundo así, tranquilos, mas si nosotros mismos lo hemos
construído. Esto es lo que llaman “zona de confort”.
Salir de esta burbuja puede ser
difícil. Recuerdo en la película “The Matrix”, antes de que Neo comience a
creer en sí mismo y en sus posibilidades, recién rescatado desde la burbuja
(lugar que desconocía habitar) dice que le duelen mucho los ojos, a lo que
Morfeo (el personaje que lo saca de la burbuja) le responde que el problema es
que nunca los había usado, no los necesitaba cuando habitaba la burbuja: la
matrix era tan perfecta que no necesitaba usarlos para ver. La zona de confort es
eso: lo que impide que crezcamos y desarrollemos nuestras habilidades o agreguemos
nuevas competencias, ya que se basa en algo muy sencillo: no hagas nada que no
hayas hecho antes. Dejamos la ansiedad de la incertidumbre, repetimos rutinas y
nos olvidamos de que el mundo del día siguiente es diferente.
En una conversación reciente con dos
colegas en el día que pasábamos a ser ex colegas (los tres profesionales del
área de las ingenierías formados en universidades “tradicionales”) analizábamos
que a nuestra generación de “cuarentones” en buena parte nos formaron bajo la
premisa de la certidumbre y el aspirar a un empleo de gerente, eso era lo que
al final del día debía ser el objetivo, lo que incluso se parecía mucho a la
aspiración de la clase media de los años setenta: un trabajo para siempre para
sus hijos como medida de éxito en la vida. Todo esto en contraste a
emprendimientos “modestos” (pero que pueden ser muy rentables) como por ejemplo
vender pollo con papas fritas. Eso es poco glamoroso para un profesional
universitario, afirmamos desde dentro de la burbuja.
Investigando sobre el concepto de zona de
confort me he encontrado con algunas sugerencias para crecer fuera de ella sin
entrar en pánico, a continuación comparto tres.
En primer lugar encuentra los límites
de la burbuja. No hay otra forma de
salir de la zona de confort que darnos cuenta de que operamos en una y eso se
hace “midiéndola”. ¿Qué haces muy bien? ¿hace cuánto no haces algo en lo que te
consideres muy malo? Nuestra zona de confort está llena de acciones que nos
llenan de seguridad, cosas que hacemos muy bien. Es normal evitar cualquier
cosa que consideremos que no sabemos hacer. ¿Hace cuánto no sientes miedo al
hacer algo? Es totalmente normal que tengamos miedos irracionales sobre lo que
no conocemos. Si hace mucho tiempo no sentimos miedo mientras hacemos algo, es
porque no hemos hecho nada nuevo.
Investiga y experimenta. Utiliza tu
(humana) curiosidad:
busca un tema que te interese e imprégnate de información. Ve lo más profundo
posible pero no te quedes en la información: tienes que encontrar la manera
de experimentar físicamente algo relacionado con el tema. Por mi
parte, yo estoy pensando en intentar bailar salsa… Mientras investigamos no
estamos expuestos a ninguna humillación, no sentimos miedo y al no sentir
miedo, seguimos en el confort.
Haz algo nuevo. Salir de la burbuja
no quiere decir abandonar tu trabajo, vender tu casa y regalar al perro, tan sólo
realizar una nueva acción nos va a llevar fuera. Esto no tiene que ser nada muy
drástico y se puede empezar por cosas muy sencillas. Hacer las compras regulares en un lugar distinto al habitual puede ser un
comienzo y algo como vestir totalmente diferente un día puede ser un
experimento más osado, pues no hay nada que cause más confort que la ropa a la
que estamos acostumbrados.
Finalmente una
cita de Henry Miller: “Es inútil pensar en la seguridad: no existe ni la más
mínima. El hombre que busca seguridad, aunque sea mental, es como un hombre que
se cortara las piernas para tener otras artificiales que no le provocasen dolor
ni trastornos”.